« Los hombres olvidan siempre que la felicidad humana es una disposición de la mente y no una condición de las circunstancias” John Locke.

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jueves, 11 de agosto de 2011

¿Y si pasáramos del crecimiento económico al crecimiento vital?


Acabo de terminar un precioso libro de Jordi Pigem “La buena crisis. Hacia un mundo postmaterialista”. Con este artículo me gustaría rendirle homenaje compartiendo algunas de sus ideas y sabiduría. (Invito a todos los lectores a leer el libro).
 






Se supone que la finalidad de la existencia, el leitmotiv diario es vivir libre, en paz, en harmonía con la naturaleza como una parte más de ella, felices y en plenitud. No obstante lo que ocupa gran parte de nuestros pensamientos y que representa el objetivo final de toda vida es la ganancia y por consiguiente la adquisición de bienes, el consumo al detrimento de todo lo demás.  Ese fenómeno se ha llevado a tal extremo que la producción (cualquiera que sea de bienes, de información, de novedades, de ocio organizado, de estímulos…) nos aturulla, nos insacia y nos desconcentra para llegar a deshumanizar cualquier sociedad.
“Nuestra manera de entender el mundo refleja como nos entendemos a nosotros mismos. Un mismo lugar visto con ojos de poeta, de biólogo, de empresario o de ingeniero origina visiones muy distintas. Entonces si vemos el mundo como algo inerte y mecánico, podemos preguntarnos que dice esto de nosotros”, lo que inevitablemente lleva a las psicopatologías autodestructivas que se caracterizan con el saqueo del medio ambiente, de comunidades y de nuestra vida interior.
Pero ahora no solo ha entrado en crisis la economía pero su declive es ya evidente y la vuelta atrás es inconcebible. Por lo tanto la única alternativa que tenemos es aceptar el cambio y dejar de ver la economía como la base de la sociedad y el bienestar material como la clave de la autorrealización humana. Porque no nos engañemos, el declive no es solo económico pero también ecológico, cultural, social y personal, es toda la visión moderna del mundo que se ha vuelta obsoleta al confundir el ser con el tener. No olvidemos que la manera en la cual vemos el mundo define nuestros valores, acciones, experiencia de lo que somos y hacemos. Como dijo Gandhi “Sé el cambio que quieres ver en el mundo”. No se trata de diseñar nuevas leyes, elegir nuevos gobiernos, crear nuevos productos o sistemas, de lo que se esta hablando es radicalmente de “rediseñar el mundo, reinventar todo lo que somos y hacemos”.
A lo largo de los años nos hemos ido separando del resto de la naturaleza, del universo, del cosmos, de los demás individuos pero sobre todo de nosotros mismos. Incluso la psicología tradicional nos ha exiliado de nuestra verdadera esencia considerándonos como maquinas aisladas evolucionando en un universo hostil y que de su miedo interior nace su necesidad de certeza y seguridad, de objetivar, de cuantificar, de clasificar y de competir. No obstante, hoy en día muchos psicólogos transpersonales, eco psicólogos, sociólogos, filósofos y biólogos están demostrando que nuestra tendencia natural es de empatía, bondad y amor, todo el resto depende de condicionamientos.
Como lo demuestra la mecánica cuántica: El fundamento de la realidad no es la materia sino la conciencia y la percepción. Vivimos en una realidad participativa donde sujeto y objeto no pueden separarse, una realidad dinámica, fluida, interdependiente, mutable, creativa y unida. Como dijo Schrödinger “la vida de cada uno de nosotros  no es meramente una porción de la existencia total, sino que en cierto sentido es el todo”. Por lo tanto nuestra responsabilidad es inmensa porque todo lo que ocurre a nivel micro se refleja a nivel macro.
Por lo tanto, según Pigem esta crisis cósmica es como “una vigorizante ducha fría, una oportunidad para despertar”, para redescubrir el mundo como un lugar asombros, lleno de sentido y prodigios y por fin librarnos del miedo a ser lo que somos: una reverencia por la vida.

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