« Los hombres olvidan siempre que la felicidad humana es una disposición de la mente y no una condición de las circunstancias” John Locke.

Buscar este blog

martes, 5 de julio de 2011

La carrera por una carrera

Ahora que entramos en un periodo de vacaciones y que acaban de terminarse los estudios, baccalauréat, selectividad, inscripción a las universidades, vamos en dos palabras “la carrera por una carrera”, me gustaría resaltar un asunto que toca de lleno a los jóvenes. 
Se supone que entre 17 y 19 años se va terminado la enseñanza fundamental donde se dan las bases de la educación en todos los ámbitos con asignaturas que varían según las ramas, países, etc. A partir de ahí los jóvenes tienen que tomar una decisión: ¿Qué estudios universitarios (o cursos privados o grandes escuelas) emprender? Yo diría que es la primera y más importante decisión que se le plantea a una persona desde su nacimiento. Hasta ahora todo era más o menos fácil, más o menos agradable y apetecible pero no había mucho por donde elegir “Aprende las bases de todo (lenguas, matemáticas, ciencias, económicas, etc.) y luego veremos” Eso es lo que los padres solemos transmitir. Pero una vez terminada la enseñanza básica con más o menos éxito y ganas ¿Qué? Y ahí empiezan los problemas. El primero es que se le exige a una persona de aproximadamente 18 años decidir nada más y nada menos, lo que quiere ser el resto de su vida. Sí, sí he dicho “exigir” porque ya sean los padres, la sociedad, cualquier otra influencia, la carrera para poder matricularse en algún sitio, o la presión que se pone a si mismo el joven, se supone que en un lapso de tiempo muy corto tiene que saber ya a que se quiere dedicar. ¿Cómo una persona de 18 años puede saber a que se quiere dedicar el resto de su vida? Salvo algunas excepciones quienes lo han tenido muy claro desde siempre, y ojo, a quienes se les haya permitido hacerlo sin desmotivar o influenciar, el resto está literalmente perdido. No hay más que preguntar a la mayoría de los adultos si se dedican a lo que realmente les gusta, o incluso si lo saben ? Y eso que los que hoy son adultos lo han tenido mucho más fácil para elegir sin crisis y con más oportunidades hace 20 años que hoy. Luego se añade el segundo problema: El factor tiempo. Claro además de esta exigencia de tomar una de las decisiones más importantes, no se deja margen para el error. “Elige un carril y no te salgas de ello”. Parece que a los 18 años perder unos años es como tirar su vida por la borda. Parece que la carrera no es solo por llegar lo más alto, pero también para llegar el primero. 
La competitividad laboral ha llegado a tales extremos que el curriculum no tiene que ser solo excepcional pero también coherente, lineal, gradual. Ya no se miran los valores humanos y profesionales sino los diplomas y la evolución de la carrera desde los 18 años. No me extraña que con tal presión los jóvenes de hoy estén perdidos, estresados y acaben eligiendo cualquier cosa (y si es lo que le gusta a la familia, mejor) por el simple hecho de haber elegido.  Lo que importa es la etiqueta, no el disfrute. Se deja muy poco margen para la creatividad personal, un joven no puede buscarse, tiene que SER. Un joven no puede equivocarse, tiene que PERSEVERAR. Un joven no puede tantear, tiene que ENCARRILARSE. En definitiva un joven no se le deja ser joven, se le reclama madurez, determinismo, espíritu competitivo y ambición. Pero si se baraja subir la edad de la jubilación acorde con la esperanza de vida, ¿por qué se sigue exigiendo que a los 18 años se tome una decisión irrevocable? Que también se suba la edad de entrada en el mercado laboral, y no por dedicarse a acumular diplomas, simplemente por dejar el tiempo de encontrar la vía adecuada conforme con las aspiraciones de cada uno. Dar la vuelta al mundo con la mochila al hombro o saltar de universidad en universidad o incluso hacer varios trabajos con tal de encontrar lo que a uno le gusta realmente. ¿Qué es mejor, perder varios años mientras se pueda y dedicar el resto de su vida trabajando en su pasión, o no perder ni un segundo y pasar los próximos 40 años desilusionado con la vida profesional?

A esto se le añade por supuesto las limitaciones de todo tipo: una carrera demasiado difícil, un trabajo poco rentable, un estatus no conforme con las aspiraciones de la familia, en definitiva, una falta de apoyo moral y muchas influencias. ¿Qué libertad realmente les queda a los jóvenes a la hora de elegir? Entre la crisis, la competitividad laboral, la presión familiar, la coyuntura social, los requisitos universitarios y su falta de confianza en sí mismo propia de los 18 años, los jóvenes son cada vez más propensos a ver su despegue profesional como un real conflicto más que una oportunidad para desarrollarse.
Simplemente, creo importante recordar el papel de los padres a la hora de apoyar, escuchar, respetar y tener mucha paciencia con sus hijos todavía adolecentes porque a esta edad primero uno tiene que averiguar quien es antes de decidir que será. La búsqueda de la carrera pasa antes por la búsqueda de la identidad y ese proceso se puede llevar a buen puerto si se hace con libertad, creatividad y respeto porque su vida profesional no tiene que ser más que una proyección de su propia identidad y no el contrario. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario