La Diferenciación sería la primera mentira. Como lo comenta Ana Carrasco Rosa en “La sociedad de consumo: origen y características": “a las personas les gustan diferenciarse…Los sujetos cada vez están menos dispuestos a consumir productos estándares y es que, en realidad, se estaba pasando de un consumo en masa (consumismo) a un consumo diversificado (prosumerismo). Esto supone la aparición de la planificación de la obsolescencia del consumo, donde los productos no quedan obsoletos porque pierdan su valor funcional, sino porque dejan de ser “atractivos”. ¿Pero quien marca la atracción de un producto? Las tendencias, las modas, los famosos como ejemplos, los vecinos como imitación, los medios de comunicación. En realidad nada que tenga que ver realmente con nuestro propio gusto o personalidad, sino con una imagen que queremos seguir, representar, una etiqueta en constante cambio para crear un constante consumo, no se trata de diferenciarse sino más bien el contrario: de identificarse y que nos identifiquen!
La Elección es el segundo engaño (no por orden de importancia) porque lejos de crear un proceso mental basado en el desarrollo intelectual, al contrario lo primero que provoca es una parálisis ante el abanico de posibilidades. Pero una vez tomada la decisión, es decir que hayamos elegido, crea irremediablemente insatisfacción. ¿Por qué? me preguntaran algunos. Pues simplemente porque más opciones tengamos, más decepción provocará. Cuando hay muchas alternativas, inevitablemente provoca la duda y esa nos lleva a imaginar que se podía haber hecho una elección mejor y nos induce a lamentar la elección tomada y este lamento sustrae satisfacción, aunque fuese la mejor decisión. Pero no solo esto, sino que además, al tomar esa decisión no se aprovecha de ella como debería porque pensamos en todas las demás cosas que hemos tenido que dejar de hacer por elegir esta. ¿Nunca os ha pasado tener varias propuestas para pasar el sábado por la noche?, una invitación en casa de amigos, ir al cine con tu madre, quedarte en casa con una buena peli, o cenar fuera con la familia. Pues decidas lo que decidas jamás aprovecharas al 100% sabiendo lo que has tenido que dejar atrás.
Y por fin, como lo describe muy bien Barry Schwartz en “The paradox of choice”, crea una “escala de expectativas”, es decir que cuando hay pocas opciones las expectativas son más bajas pero en cuanto crecen las ofertas, junto crecen las expectativas. A partir de ahí crea en nosotros un proceso inconsciente comparativo entre lo que se tiene y la expectativa, la decepción es entonces inevitable porque la adquisición no es proporcional a la expectativa que ha creado la oferta. Como está demostrado en psicología el secreto de la felicidad está en una baja expectativa, pero lo que ha creado la sociedad de consumo ha sido nada más y nada menos que subir las expectativas de los consumidores a niveles de casi perfección y claro como ningún producto es perfecto (eso también está hecho con propósito), el disfrute se reduce a decepción.

Y por fin el quinto fraude es respecto al Disfrute, o la felicidad de adquisición como nos lo quieren hacer creer. Como comente en el artículo “Estar en la corriente” estamos subidos en un tren desbocado: el tren del deseo. Una vez adquirido un producto se vuelve “normal”, parte de nuestra vida y enseguida otro deseo viene a sustituir al anterior y nos convierte en verdaderos esclavos, drogadictos al deseo, porque sobre estas bases se retroactiva la sociedad de consumo y particularmente la gran mentira publicitaria de una pseudo-necesidad.
El consumismo y con ello toda la sociedad industrializada han pasado unos limites donde lo que podía haber sido una oferta creativa, se ha convertido en una acumulación perniciosa, lo que podía haber sido un desarrollo tecnológico se ha convertido en un derroche medioambiental , lo que podía haber sido una fuente de disfrute se ha convertido en una frustración y desencadenado mucha infelicidad donde tanto el valor del producto como los valores básicos han quedado excluidos a favor de la apropiación y del estrés.
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